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Mujer mayor realizando actividades en un ordenador
Mujer mayor realizando actividades en un ordenador
Stela Méndez Valderrama es una de esas mujeres. A sus 66 años, vive con una ayuda que recibe del Estado y es usuaria del Banco de Alimentos, donde también colabora como voluntaria. Una labor que compagina con otro voluntariado, el que realiza en la Asociación para las mujeres Mararía, donde también estuvo como usuaria. “Ahora que no puedo trabajar dispongo de más tiempo libre para ayudar a los demás”, aclara Méndez.
Esta colombiana llegó a Lanzarote hace ya 20 años. Por aquel entonces, encontró trabajo como niñera, pero los pequeños que estaban a su cargo se hicieron mayores y tuvo que buscarse otro sustento.
Su situación era precaria en aquel momento, pero, gracias a los módulos de formación y al apoyo psicológico que recibió por parte de la Asociación Mararía, consiguió salir adelante.
La historia de Stela no es un caso aislado. Nieves Rosa Hernández, educadora social y presidenta de la Asociación Mararía, reconoce que por la agrupación pueden pasar al año alrededor de 200 mujeres.
El trabajo que desarrolla la entidad, pionera en Lanzarote, cuenta también con el apoyo de CaixaBank y Fundación La Caja de Canarias. Su proyecto de orientación y empoderamiento para la empleabilidad de mujeres en riesgo de exclusión social fue uno de los seleccionados en la ‘Convocatoria de ayudas de Acción Social 2020’.
El objetivo de la convocatoria era impulsar el empleo y desarrollo local, apoyar a los sectores de población en riesgo de exclusión social y mejorar la vida de los canarios en un contexto marcado por la crisis de la COVID-19. Algo que vienen realizando desde la Asociación Mararía desde hace muchísimos años.
Más de un cuarto de siglo al servicio de las mujeres
La entidad lanzaroteña se caracteriza por su implicación y lucha para erradicar la desigualdad y la violencia de género. Una lucha que se intensifica estos días con motivo del Día Internacional de la Mujer. Su objetivo: seguir avanzando sobre la igualdad entre hombres y mujeres.
Han pasado más de 25 años y la Asociación para las mujeres Mararía continúa con su labor sin desfallecer. “Las mujeres que llegan a nosotras necesitan a alguien que les oriente y las escuche. Se encuentran en una situación de vulnerabilidad especial. Muchas no tienen papeles o se encuentran en nuestro país de manera irregular y tienen miedo”, apunta la presidenta de Mararía.
Dado que muchas de ellas carecen de formación, desde la entidad se organizan módulos formativos y se pone al alcance de las usuarias las herramientas para adquirir las destrezas y habilidades que faciliten su acceso al empleo. “Se les muestra, por ejemplo, cómo se hace un curriculum o una carta de presentación a ordenador, cómo funciona la búsqueda de trabajo en portales de internet o cómo manejar su cuenta corriente”. Algo indispensable, según Hernández, para que ellas puedan desenvolverse en su día a día.
Alrededor del 70-80% de las mujeres que pasan por Mararía consiguen encontrar un trabajo y reconducir su vida, “aunque con la pandemia de la COVID-19 ese porcentaje se ha visto reducido”.
“El coronavirus – señala Hernández – ha hecho que nos reinventemos como entidad”. Asegura que han tenido que recurrir a la tecnología y a las videollamadas para estar cerca de las mujeres y que no se sintiesen solas. Al mismo tiempo, lamenta que en algunos momentos haya fallado el trabajo grupal tan valioso, “pero debía primar la salud”.
Reconoce también que la pandemia ha hecho visible la brecha digital que existe. “Aunque todas las mujeres tienen móviles, no todas tienen línea ADSL en sus casas para seguir los cursos”.
A pesar de todo, la Asociación para las mujeres Mararía no descansa y sigue al pie del cañón gracias al trabajo de un gran equipo técnico multidisciplinar y a los voluntarios que están detrás. Juntos forman un tándem perfecto.