Nota de prensa

Educación y aulas inclusivas en Son Roca

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Alumnos durante una de las actividades organizadas por la entidad Naüm Son Roca

“La riqueza de un país está en su educación”. Esta frase es de uso tan frecuente como verdadera. Profesores, estadistas o filósofos recurren a estas palabras como recordatorio social cada vez que se publica un estudio sobre el nivel de estudios en España. Son numerosos los adolescentes que abandonan sus estudios y precisamente esta es la situación que tratan de corregir desde la entidad Hermanas Caridad San Vicente de Paul, en el barrio Son Roca (Palma de Mallorca) con el proyecto “Socioeducativo Naüm”.

Este proyecto de Aulas Inclusivas, que cuenta con el apoyo de CaixaBankFundación Sa Nostra, “nace de la necesidad de dar apoyo socioeducativo a los centros educativos de secundaria (IES Emili Darder y el IES Guillem Sagrera) y a los adolescentes de la barriada de Son Roca”, señala Ángela Aguiló, responsable de comunicación del centrado en adolescentes de entre 12 y 17 años de edad con “conductas disruptivas, absentismo intermitente, escasa motivación hacia los estudios, con baja autoestima e incluso estigmatizados”, aclara Aguió.

Esta labor socioeducativa se viene realizando, a través de diversos proyectos, desde el año 2000, fecha de fundación de esta entidad. “Nuestra finalidad es mantener esa escolaridad y promover la inclusión de los jóvenes de esta barriada, mejorando sus competencias y habilidades personales”, explica la responsable.

Precisamente el origen socioeconómico y cultural de los jóvenes es el atributo de más peso a la hora de medir el riesgo de abandono escolar.

Trabajo en equipo

Actualmente la entidad cuenta con un equipo de 30 profesionales, que atienen alrededor de 850 personas, entre niños, adolescentes, jóvenes y adultos que participan a nivel comunitario para conseguir la plena inclusión de los vecinos de la barriada en los ámbitos laboral, educativo, cultural, sanitario y psicosocial.

En este sentido, la directora general de la asociación, Margarita Jordà, destaca que el proyecto de Aulas Inclusivas “pretende dar un apoyo al equipo docente y al alumnado, actuando tanto de manera individual como de grupo, dentro de su contexto educativo, con el fin de que los y las adolescentes mejoren sus capacidades, integración escolar, habilidades, relaciones, entre otras cuestiones, y se mantengan escolarizados por lo menos hasta la edad obligatoria, y que hagan un proceso educativo positivo”. Para conseguirlo, “hay un plan de coordinación con los tutores, la dirección y el equipo de orientación de los institutos educativos para ir planificando, programando y evaluando las sesiones”, añade Aguiló.

COVID-19: un reto educativo

El desarrollo de este proyecto se ha desarrollado en dos ambientes muy distintos a consecuencia de los estragos causados por la COVID-19.

Antes del confinamiento, “dos educadoras de la entidad realizaban durante las horas de tutoría una serie de actividades de acuerdo con las necesidades del grupo y encaminadas a conectar la vivencia personal de la juventud con su contexto escolar de una manera positiva, trabajando con una intervención social-emocional y educativa”, explica Aguiló. Luego llegó el reto. “Las sesiones se han llevado a cabo individualmente y de forma telemática a través de videollamadas, realizando un acompañamiento más intenso tanto en el refuerzo escolar como a nivel emocional, con el objetivo de evitar una desconexión de las rutinas escolares”, explica Jordà.

Conseguida esa adaptación, ¿cómo se consigue evitar que estos adolescentes abandonen sus estudios? “Tratamos, de manera individualizada, que los menores se encuentren a sí mismos y se enfrenten a sus problemas, en una época de su vida que coincide con el desarrollo decisivo a nivel personal y formativo; tratamos de ver esos conflictos que tienen y aportar una solución”, detalla Aguiló.

También se trabaja ese abandono escolar por medio de talleres grupales. “Ahí es dónde prevenimos, detectamos, gestionamos y resolvemos situaciones de conflictos en sus ámbitos cercanos, buscando mejorar la convivencia y reforzar los vínculos afectivos”, aclara Jordà.

Un trabajo interdisciplinar, coordinado y el acompañamiento individual, son los tres ingredientes con los que la Fundación busca potenciar la principal herramienta de estos jóvenes: la educación.

 

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